La decisión de acompañar a mi padre en un momento delicado de su vida, mayor y con pocas perspectivas, me llevó a vivir en un pueblo del norte de Burgos durante 9 meses. “Cuidado, que no te coman los lobos” fue lo que escuché de mi entorno que, conociéndome, sabía que podía salir mal parada de esta experiencia.
Dejaba una ciudad grande, mi familia, mi trabajo, mis aficiones y una vida comprometida en lo social. Muchas horas del día llenas y una actividad mental frenética. Se imponía un parón, se imponía otro ritmo. Esto es un pueblo y es así.
No obstante, tenía algunas herramientas fruto de la experiencia de otras mujeres cuidadoras que me habían dado su ejemplo, la famosa encomienda de “cuidar a quien cuida”. Así que sabiéndolo, me apunté a la Universidad Abierta de la Universidad de Burgos en su sede de Medina de Pomar. Un día a la semana, con una compañera, nos poníamos el bolso en el brazo y bien arregladas, dejábamos el pueblo y nos íbamos a clase. Para una mujer como yo acostumbrada al estímulo intelectual, fue un acierto. La UA es un recurso muy potente del mundo rural muy infravalorado y, por lo tanto muy infrautilizado. Lo de menos son los temas y el profesorado, importa ir. La sorpresa es mayúscula cunado te encuentras un temario muy interesante y un profesorado más interesante aún. Y vuelves cada martes más sabia porque has oído, has escuchado, has entendido, has comprendido y tu mundo se ha hecho más grande. A esto hay que añadir el momento café-tertulia, compartiendo conversaciones tras las clases con compañeras que, como tú, salen de sus espacios personales para estar en la sociedad participando.
También me saqué el bono de las piscinas cubiertas: nadar, chorritos y sauna una vez a la semana. Otro momento de “cuidado” y atención personal. Un lujo conducir hasta allí por el borde de la Tesla, despacio, con los corzos en la orilla y los pueblos jalonando el paisaje.
Está también el ordenador que es una ventana al mundo. En un pueblo, un ventanal que bien usado te mantiene conectada cuando quieres. He hecho cursos, he organizado presentaciones de libros, he gestionado la ayuda humanitaria a Ucrania, he organizado eventos, he formado un club de lectura en mi pueblo y he dinamizado a las mujeres para hacer deporte, ganchillo y celebrar el 8M con una cena. También estar en el pueblo me ha permitido acoger durante una semana en mi casa a un grupo de investigadores-arqueólogos que prospectaban en la zona.
Y he parado. Me he levantado con las campanas de las 9, de desayunado con calma, he visto alguna serie de TV, he leído mucho, he paseado a diario y he acompañado a mi padre en un túnel que, finalmente ha visto la luz.
Soy sincera: un día, una tarde me sentí sola y triste y me pregunté qué hacía allí. Sigo siendo sincera: muchos días, muchas tardes, me he sentido así en la ciudad, en mi casa. Demasiado de todo. En la película Pretty Woman al final, cuando él sube por la escalera con las flores en la mano y le pregunta a Vivian cómo acaba el cuento, ella le dice: “que ella le salvó a él”. Y así ha sido, mi padre me ha salvado a mí. Y no, no me han comido los lobos.
Gracias mil Mabel por el testimonio tan personal, bonito y profundo. Yo tb he aprovechado infinito para seguir creciendo intelectualmente en el pueblo y en lo digital!! En la ciudad con tantas cosas por hacer a veces es más difícil...! Los pueblos al power!!